miércoles, 3 de julio de 2013

El Argonauta




 
 
Turismo  Marítimo en Valparaíso.
En los años setenta se vio en Valparaíso, amarrado a un costado del muelle Prat, la figura de una pequeña embarcación que contaba con todas las comodidades de una nave mayor. Era la motonave “Argonauta” que iniciaba la experiencia de realizar tours por el litoral central disfrutando de sus comodidades abordo y de lo que representaba poder efectuar un viaje en un barco nunca visto, por lo menos en esa época en Chile.

Hay poca información sobre esta nave construida en Alemania, pero recorriendo Internet  he logrado armar en parte su bitácora como también algunos hechos relevantes en su corta existencia de barco turístico.
 
 

FICHA TECNICA
Fecha de construcción: 1955
Astilleros: Husumer Schiffswerft GmbH, Husum, Alemania.
Número de Astillero: 1068
Dimensiones: eslora: 45,66 metros, manga 8,34 metros, calado  1,50 metros
Propulsión: 2 motores Diesel MAK de 6 cilindros.
Potencia: 480 HP
Arqueo bruto: 313 toneladas
Peso Bruto (DWT): 250 toneladas
Velocidad: 11 nudos
Pasajeros: 619 (no indica si incluye a la tripulación)
Identificativo de llamada: CB2405 Argonauta
Identificativo de llamada: DJAY Alemania
IMO  5374925 (N° del Lloyd´s Register)
Tipo de nave: Barco de pasajeros.





Banderas
Alemania (23 de julio 1955 - 1968)
Chile (1968 - 2006)



CRONOLOGIA
11 de junio de 1955. Lanzado al agua.
23 de julio de 1955. Prueba de navegación.
23 de julio de 1955.  Entregado a la naviera Wyker Dampfschiffs-Reedere Amrum, GmbH, de Wyk auf Föhr.
23 de julio de 1955. Realiza el trafico de Dagebüll - Wyk – Steenodde




De octubre de 1959 a septiembre de 1961. Fletado en la Orange Linjen (Línea Naranja) de Dinamarca y renombrado M/S Orange Star. Servicio entre Copenhage y Malmö.
Septiembre 1961.  Vuelto a la Naviera Wyker es rebautizado Uthlande, en el trafico de Dagebull - Wyk - Steenodde.
01 de junio de 1964 – 30 de septiembre de 1968. Durante los meses de verano tráfico de Havneby (Dinamarca) a List (norte de Alemania) durante el invierno.



Septiembre 1968. Vendido a Interoceánica de Turismo S.A., Valparaíso, Chile. Renombrado Argonauta.
1968. navegación por la Bahía de Valparaíso, así como viajes de excursión a la Isla Juan Fernández.
1991. registró en la Sociedad Comercial de Turismo Aéreo Marítimo y Terrestre, Valparaíso, Chile. Utilizado como carguero regional.
1998. registró en la Sociedad Comercial de Turismo Aéreo, Marítimo y Terrestre Vera y Martínez Limitada, Chile. Inicio labores en el rio Aysén en el envío de cangrejos entre otros.
1999. eliminado de los registros después de que la nave encallo en un banco de arena en Aysén. Mas tarde se refloto y se estableció en Puerto Aysén.
31 de julio de 2006. Se hundió en Aysén. Recuperado con la estructura dañada.


 Nombres:
Uthlande (23 de julio 1955 - octubre 1959)
Orange Star (octubre 1959 - septiembre 1961)
Uthlande (septiembre 1961 - septiembre 1969)
Argonauta (septiembre 1968 - 31 de julio 2006)

Propiedad de la naviera Wyker: 1955 – 1959 y de 1962 a 1968.






 



 
“EL ARGONAUTA”

Corrían los primeros años de la década del setenta cuando un empresario, con algo de visionario, pero con muy poco conocimiento marino, adquirió la motonave “Uthlande” para dedicarla al turismo en la bahía de Valparaíso y viajes a las islas de Juan Fernández.
 


Su idea llenaba una necesidad, siempre soñada, pero nunca realizada, de hacer viajes cortos, de placer por nuestra costa central, creando un atractivo, no explotado hasta entonces, para los turistas santiaguinos y mendocinos, todos ellos de tierra adentro, que invaden nuestras costas en los meses de verano, donde contaban con quince camarotes, salón, comedor, bar y cubierta para tomar el sol.

Bautizó a la nave como “Argonauta” y organizó viajes locales diurnos, que zarpaban de Valparaíso a mediodía y recorrían la costa hasta Quintero, mientras los turistas almorzaban a bordo pero, lo que no consideró la firma propietaria, era que la nave había sido diseñada para la navegación fluvial, con solamente 313 toneladas de registro, tenía muy poco calado y una relación entre su eslora y su manga que la hacían sumamente propensa a los grandes balances, requisito para que los entusiastas turistas que contrataban sus servicios, terminaran completamente mareados, no pudiendo almorzar y jurando no repetir la aventura. Peor aún fueron las giras a las islas de Juan Fernández, donde es sabido que se recibe la marejada de través (cruzada por la Corriente de Humbolt)) y no podía haberse concebido un buque más inapropiado para ello.
 


Alguien discurrió destinarlo a Puerto Montt, donde podía elegir navegaciones más tranquilas por canales interiores durante los meses estivales y dedicarlo al cabotaje el resto del año, pero su rendimiento, la competencia local y los gastos que iba generando su envejecimiento no lo hicieron rentable.

Un día, el “Argonauta”, más viejo y deteriorado, fue comprado por un armador sureño, quedando atracado al muelle de Punta Arenas. El óxido comía su abollado casco, los tapices no aguantaban más remiendos, la suciedad era perceptible por todas partes y su cansado motor solamente le permitía avanzar “a la vuelta de la hélice”.

Un mercado libre abrió el camino de nuestras exportaciones no tradicionales a todo el mundo y, como premio a los esfuerzos y sacrificios desarrollados por los chilenos, los precios de algunos productos del mar se elevaron significativamente, entre los que se contaba la apetecida centolla, que se había quintuplicado debido a que su producción en Alaska había decaído notablemente.

Este auge pesquero hizo que múltiples empresas se instalaran en Punta Arenas y construyeron pequeñas goletas encargadas de “calar” las trampas centolleras en cualquier caleta o paraje en que se estimara que pudieran existir.

La vida en estas pequeñas embarcaciones era muy sacrificada, pues tripuladas por tres o cuatro hombres, permanecían en lugares alejados, sin más compañía que el equipo de radio telefonía, con el que tenían que comunicar a sus bases las cantidades de centollas atrapadas, lo que se prolongaba durante meses, calando e izando las trampas, mientras los buques recolectores los visitaban periódicamente para recoger los deliciosos crustáceos y llevarlos vivos a Punta Arenas en viveros de agua salada y aprovechaban de abastecerlos de víveres y provisiones.
 
El negocio de las centollas progresaba, mientras el dueño del “Argonauta”, se arruinaba con su buque en el muelle.

Un buen día, éstos observaron cómo se instalaban en la cubierta de la nave unos estanques de fierro, una bomba, y cañerías que permitían llenarlos con agua de mar, vaciarse y poder mantenerla circulando.

Ante la atónita mirada de los tripulantes, llegaron a bordo licores, bebidas, un nuevo equipo de música cuyos altoparlantes se diseminaron por la cubierta, mientras un electricista extendía, a lo largo de la nave ampolletas con luces de colores y nuevos cojines para los sillones del salón.

Con el último dinero que le quedaba compró petróleo y reunió a su tripulación para anunciarles que su suerte cambiaría y les pagaría todos sus emolumentos atrasados, pues se dedicarían a la pesca de la centolla.

Esa noche llegó el dueño con cuatro personas invitadas, tapadas con capuchones e impermeables debido a la fuerte lluvia y el viento que se había desatado, por lo que pensaron que luego traerían las jaulas para iniciar sus nuevas funciones, pero de amanecida zarparon al sur, en dirección al canal Magdalena.

Algo oyó por la radio el jefe, por lo que le ordenó al timonel dirigirse a una bahía en la cual pudieron distinguirse, a lo lejos, las luces de algunas goletas pesqueras que se encontraban en el lugar cumpliendo su aburrida rutina con las trampas centolleras.

Al acercarse el “Argonauta”, una cumbia comenzó a hacer retumbar los altoparlantes de la cubierta y una iluminación con luces de colores lo destacó en la oscuridad de la noche.

La visión de los sufridos tripulantes de las goletas, los hizo creer que veían visiones, que se acercaba un buque fantasma, iluminado de mil colores, tocando música y, desde su proa, cuatro hermosas mujeres que, ligeramente vestidas, mostraban sus rosadas piernas, y mientras el viento hacía revolotear sus cabellos, los llamaban.

No demoraron los pescadores en tripular sus botes y dirigirse al “Argonauta”, donde pudieron imponerse que podían solicitar toda clase de servicios, pero nada se pagaba con dinero, la única moneda válida era la centolla: una Coca Cola costaba una centolla, cinco centollas la botella de pisco y veinte centollas la compañía femenina. Toda la recaudación iba a parar al nuevo vivero.

Durante diez días el “Argonauta” recorrió los canales Cockburn, Balleneros y Beagle, donde se encontraban fondeadas las goletas y regresó a Punta Arenas con sus últimos restos de petróleo y sin una botella de pisco, pero con el vivero atiborrado de crustáceos.

Años más tarde el “Argonauta” llegó a Puerto Aysén, donde se encontraba durante la época de la “fiebre del loco”, dedicado ahora a la explotación de este marisco para su destino a los mercados del exterior, cuando una riada de un crudo invierno, hizo variar el curso del río, dejándolo en seco.




 

 

EN ALTA MAR HABÍA UNA MODELO

 La fiesta a bordo del Argonauta fue inolvidable. La noche de ese verano el barco resplandecía decorado con luces intermitente, globos, serpentinas y al ritmo de una música contagiosa.

En el Puente de Mando
Meses antes, la recién nacida revista Paula había decidido encontrar la cara que la identificara y por primera vez en la historia de Chile, se organizaba una competencia de esta índole. Ya antes habían existido los concursos de belleza, pero encontrar una modelo profesional, era algo nuevo, pero muy al estilo de los sicodélicos años sesenta.

Un total de 23 candidatas se inscribieron en la revista y de ellas, seis fueron elegidas finalistas.  Así fue como un 7 de diciembre el barco cargado de lo más granado del jet set criollo, salió a navegar a eso de las 10 de la noche. Se sirvió la comida en alta mar, con una espectacular vista a la bahía y los cerros de Valparaíso. Los salones y cubiertas repletos de mesas; los invitados la mayoría de las mujeres de traje largo y los hombres de smoking.


 Las seis postulantes descendieron las escaleras al ritmo de la música y luciendo "minis", shorts, sandalias y accesorios a la última moda: inmensos anteojos oscuros, aros largos y cadenas... Luego del desfile, las concursantes cambiaron sus tenidas por trajes de noche. Era la hora de dar el resultado final...

La Ganadora de ese certamen movido, María Angélica Delano



Aunque la idea de realizar la competencia en un sofisticado barco, encargado de hacer viajes turísticos día y noche por los alrededores de Valparaíso fue aplaudida por la mayoría, algunas candidatas sufrieron del va y ven de las olas y se marearon. A pesar de esto, no perdieron la sonrisa y desfilaron erguidas sin ceder al malestar.


Referencias:
Revista Liga Maritima de Chile. “El Argonauta”. Germán Bravo Valdivieso.  Edición:  N° 193 - 2007
Tomado de la página web:  Chilean Charm. Miss Paula 1969

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